lunes, 7 de mayo de 2012

EL NIÑO PEREZOSO ¿CÓMO EDUCARLO?


Moverse, obrar, es una necesidad biológica del niño. Cuerpo y alma no se desarrollan sin el movimiento. Su vitalidad es sinónimo de actividad, si el niño es normal. Siendo exuberante, llega a parecernos excesivo su movimiento.
El trabajo es natural y agradable a todo hombre sano, especialmente al niño sano. La ociosidad es insoportable. Para el niño no hay mayor castigo que la inmovilidad.
El trabajo es necesario en todos los campos –físico, intelectual o moral– sin hablar de la lucha por la subsistencia.
La subsistencia es vida y actividad incesante: en el cuerpo, la respiración, la circulación de la sangre y la digestión, sin las cuales moriríamos; en el alma, sentir, comparar y juzgar.
Lo que torna a los hombres infelices es la fatiga extrema, la ausencia del éxito, la carencia de correspondencia entre el esfuerzo y lo imprescindible para la vida, la obligación de realizar tareas por las que no sentimos gusto, la imposibilidad de hacer lo que nos satisface, la asociación de hecho a ideas odiosas.
Solamente para esto la gente execra el trabajo y hace del ocio un ideal… Pero el trabajo en sí mismo es fuente de alegría, porque desarrolla al hombre, que, como dice Job, fue hecho para trabajar como el pájaro para volar (5,7).
¿Existen niños perezosos?
El niño “quieto” pronto de la idea de una persona enferma. La ociosidad y la infancia normalmente se excluyen. Tan grande es la necesidad de la acción en el niño que los médicos y los pedagogos se preguntan si habrá niños perezosos, o si no son enfermos (físicos o mentales) los así llamados.
Es precipitación acusar de holgazanería la que no fue debidamente examinada por el médico. A veces,juzgamos a los niños más por lo que desearíamos que fuesen que por lo que realmente son.
Así, llamamos inactivo al muchacho que no desea hacer lo que le imponemos, midiéndolo según nuestros gustos, y no por los suyos.
Si no trabaja:
- no hace lo que le pedimos;
no cumple con sus deberes;
desea solamente jugar y comer (sic);
- está con el libro en la mano, pero con el pensamiento lejos;
- hace solamente algo en nuestra presencia, pero la deja en cuanto le damos la espalda;
- vive atrasado;
- se molesta tan pronto como se le habla de trabajo;
- es de tal molicie que duerme en pie;
- juega todo el día, y en cuanto se pone al trabajo se queja de cansancio o jaqueca;
- sólo trabaja cuando le da la gana.
¿Es o no perezoso? Puede ser que lo sea; pero también puede ser que no… Más fácilmente lo llamaría persona enferma, porque sus síntomas son todos de enfermedad.
Sin embargo, no diré nada con certeza antes de que el médico haya examinado las causas de sus actitudes.
Este niño se comporta de este modo mucho más frecuentemente por defectos de salud física, trastornos psicopáticos, desequilibrio social, que por holgazanería.
Es lo que veremos.
Salud física
Al ser la holgazanería antinatural, si el niño rechaza trabajar tiene que haber una causa muy seria.
- Ese niño muelle, que duerme en pie, es quizás hipotiroidiano. Esta insuficiencia glandular explica también las jaquecas y la fatiga de las que se queja.
- Aún más serios se convierten estos síntomas, cuando están provocado por el mal funcionamiento de la suprarrenal: la fatiga es más profunda, y el niño, perdiendo la vivacidad, si torna asténico.
- Pregunte al médico qué trastornos pueden causar las vegetaciones adenoides, las amígdalas inflamadas, la desviación del tabique nasal, las deformaciones torácicas…
Escuche al hombre de ciencia, y entonces se burlará menos de las jaquecas y de la fatiga de que se queja “el perezoso”.
- Toda madre de familia sabe de qué es capaz el mal funcionamiento del aparato digestivo. Siendo habitual, causará trastornos enormes en su víctima.
- Si en lugar del doctor y los remedios, los cuidados y el afecto, damos a estos niños castigos y sanciones, sólo les haremos aumentar los males, agravando con disgustos y humillaciones sus deficiencias.
- Los padres que se niegan reconocer las recurrentes fatigas de los niños, son muchas veces responsables de ellas.
Los dejan jugar hasta las 9 o 10 horas de la noche, o –mucho peor– ante los excitantes programas de la TV hasta más tarde aún… Los niños no descansan bastante, entran en un déficit nervioso, llegando a ser forzosamente “inactivos“, es decir, incapaces para el trabajo, agitados, irritables, inestables, sin espíritu para llevar a cabo las tareas de la escuela.
En vez de descontentarse con el hijo, estos padres deberían descontentarse de sí mismos y buscar reformarse.
Salud mental
Numerosos disturbios psíquicos también determinan actitudes erróneamente consideradas de holgazanería.
Más serias en sí mismas por sus consecuencias, estos disturbios son más peligrosos que los somáticos porque no están tan a la vista y permanecen ocultos a la mayoría de los padres.
Señalemos a algunos de ellos.
Protesta
1)
Sintiéndose maltratados por los padres (¿Con razón?, tanto peor. ¿Sin razón?, incluso así, la causa existe subjetivamente), los niños reaccionan de muy diversas maneras.
Contra exigencias exageradas, abusos de autoridad, métodos incorrectos de educación, imposiciones indebidas, reprimendas injustas en la esencia o en la forma, revelan su protesta, a veces bajo forma de “holgazanería”.
- Unos, los extrovertidos, gritan hacia fuera sus razones.
- Otros, cruzan los brazos silenciosamente y gozan del efecto de su huelga.
- A veces, unos y otros actúan inconscientemente, y no se trata de holgazanería, ya que con otras personas y en otro ambiente trabajan bien.
Pero, en realidad, no hacen lo que les pedimos; o eligen los trabajos que les agradan y dejan los otros; o no los hacen como deseamos. Sucede repetidamente que bajan el rendimiento, que era antes satisfactorio.
Esta inercia o resistencia pasiva es tan natural que los simples animales la manifiestan. Cansado o maltratado, el caballo se estaca y nadie puede disuadirlo. Algunos insectos, sintiéndose bloqueados, fingen estar muertos.
Incapaz para oponerse de otra manera, el niño, inconsciente o voluntariamente, procede así. Es la defensa de los más débiles.
Su actitud, conforme a la fuerza de los motivos, puede ser de mera defensa, claramente de protesta o de abierta venganza.
Irritados o ignorantes de este sutil mecanismo interior, muchos padres juzgan de holgazanería esta actitud.
El niño sabe que la defensa es protesta o venganza.
2)
En cualquiera de sus grados y manifestaciones, el primer cuidado es discernir las causas.
- No son los educadores de esos niños los más indicado para esto. En la mayoría de los casos, su procedimiento es inconsciente para con el niño. Por temperamento, la formación o el sistema es duro, y no perciben sus excesos. La propia familia puede señalarles lo que deben corregir.
– No siempre el tratamiento será fácil: no se acertó con las causas. O no se descubrió si la protesta es o no inconsciente.
¿Cómo proceder? Sólo el examen del caso por un médico podrá decirlo.
- Descubiertas las causas del conflicto interior del niño, hay que removerlas, modificando el adulto culpable su procedimiento. Lo que falta es modificar al niño, retirando de su mente la causa subjetiva, de modo que se restablece la armonía y funcionen tranquilamente los instintos sociales.
Retraso afectivo
1)
Cierto amigo mío tenía un hijo con problemas en la escuela, goloso como un bebé, amigo del sueño, cómodo, con horror a todo lo que pudiese sacarlo de sus hábitos, crítico vivaz del trabajo ajeno…, y nada podía convencerlo de que su hijo no fuese en perezoso nato
Rió cuando le dije que consideraba al menor un retardado afectivo. Le expliqué que esta afección exagerada a la mesa era infantilismo, como también lo eran el gusto a dormir, el miedo a las novedades (la inseguridad pueril prefiere lo que es habitual), la tendencia a criticar sin proponer soluciones (por incapacidad) y la ausencia de rectificación, porque el infantilizado tiene horror a la generosidad de sí mismo (egoísmo) y todo desea recibir de los otros.
Otros pequeños fingen estar enfermos para escapar del lejos del trabajo. Y saben ser mañosos y amables para despertar pena, recibir afecto y ser tratados como bebés.
2)
Verificada la diferencia entre estos casos y el retraso glandular o a mental, el educador procurará:
- levantar el nivel afectivo del niño;
- remover lo que retiene el desarrollo normal;
- animarlo a tareas gradualmente ascendentes;
- despertar el gusto del esfuerzo y la satisfacción del éxito de su trabajo;
- liberarle el paso de modo que venza el retrasa y se ponga en todo en la línea de su edad.
Desinterés
1)
Siendo el trabajo una actividad tan natural, impresionan desagradablemente las personas que “no tienen gusto por trabajar”. Tan extraños realmente, antes deberían darnos pena, como enfermos, con desdén, como perezosos.
De hecho, esta inercia psíquica que no encuentra placer en el trabajo, ni cuando este alcanza su fin, sólo puede ser mórbida, porque no es natural.
Otro es el caso de la llamada holgazanería electiva, que elige las actividades que le agradan y huye de las otras.
En ambos casos, el adulto reaccionará por amor a Dios, por cumplimiento del deber, con y por necesidad; pero quién todavía está en formación, se entiende que huya lejos de lo que no es capaz.
2)
El educador, sin embargo, debe curar al inerte y corregir al otro. No comience, sin embargo, apelando a las altas razones indicadas más arriba, porque para los pequeños una razón es tanto menos eficiente cuanto más elevada.
Entienden mejor las más inmediatas, y se deja más fácilmente atraer por ellas.
No podemos dejarlo sólo con lo que le satisface, pero no debemos privarlo de sus ocupaciones favoritas. A estas mezclaremos las otras gradualmente. Al mismo tiempo, por medios apropiados, le infundiremos el gusto del trabajo y el amor al deber.
Obligarlo por la fuerza agota la supervisión del educador (en cuya ausencia cesa el trabajo), y no mueve ni la voluntad ni la atención.
Imponerle lo que le desagrada, es fijar la idiosincrasia, antes agravando que corrigiendo el mal.
Lentitud
1) Hay
niños (y adultos…) que demoran a propósito; también existen los que son naturalmente lentos. A veces, en todo; otras, solamente en las actividades físicas, siendo vivaces y rápidos en las mentales.
Padres y maestros (mal preparados) se molestan con ellos y les dificultan la vida con exigencias, plazos marcados para la conclusión de las tareas, comparaciones odiosas con los hermanos o colegas más rápidos, acomplejando de este modo a los que proceden así sin culpa.
Cuando, además de esto, los padres son
vanidosos…, ¡pobres niños lentos! Mientras que los mediocres de inteligencia, pero vivaces, son elogiados como “brillantes” y “de futuro”, los otros, en realidad más inteligentes, reflexivos y realmente de futuro (como los hechos lo demostrarán) son postergados e incluso injuriados. Lo menos que le dicen esharaganes
2) Si la lentitud es voluntaria, será encuadrada en las causas ya expuestas más arriba, y recibirá el tratamiento indicado.
Si es natural, poco obtendrán los padres que desean cantidad; más obtendrán los padres que desean calidad.
Doy el mismo trabajo a dos mecanógrafos: el primero lo hace en 40 minutos, pero lleno de imperfecciones que obligan a rehacerlo; el otro pasa una hora, y el servicio es irreprochable. ¿Cuál es el lento? ¿Cuál el preferible?
Claro que el ideal sea lo perfecto y rápido…; pero también es mucho más raro…
Por Monseñor Álvaro Negromonte y revisado por el Hermano Gamaliel Gorostieta FMS

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