En la etapa del crecimiento, los niños exigen mayor cantidad de alimentos que los adultos.
En la infancia, será siempre habrá un gusto a comer, un apetito, una capacidad, que quizás nos parezca excesiva, pero será apropiada a edad. Raros son los niños de apetito discreto.
Se entiende que no sepan todavía regular los apetitos, pues no saben contenerse ni evaluar las consecuencias de sus excesos. Los padres son los que deben dictarles las reglas, sirviéndoles lo necesario, imponiéndoles límites razonables, para ahorrarles los riesgos del exceso.
Tipos de golosos
Existen niños que se destacan; siempre dispuestos para comer, y comer mucho si se los deja. Son voraces, comen mucho y de todo.
Hay otros refinados: gustan de platos finos y bien presentados. Son más raros.
Otros son azucarados: locos por los dulces, los caramelos y los postres, más de lo que en general gusta a todos los niños.
Otros son afectivos: tienden a alimentos determinados y a quienes se los ofrece: los padres, los padrinos, las abuelas y los tíos lo perciben fácilmente, y “sobornan” al niño, “comprando” su afecto por medio de los caramelos…
Causas
No hay explicación exacta sobre el procedimiento de estos niños que son así por naturaleza. Son simplemente “golosos”, como serían sordos o ciegos.
- Hay factores orgánicos en la raíz de esta tendencia. Pero, en muchos casos, también tiene causas psíquicas y pedagógicas, instaladas artificialmente por los errores de la educación…
- Equivocado es el proceder de muchos padres que “pagan” a los niños con golosinas el cumplimiento del deber: “Haz eso, y te doy los caramelos“.
- Errado también acostumbrar a los pequeñitos a las bolsitas de caramelos, cada vez que se regresa a casa. Acaban insensiblemente dejando en segundo plano la figura del padre, y hasta se molestan con él cuando, un día, los caramelos no llegan.
- Los que juzgan cortar el mal por la raíz, prohibiendo los caramelos y los chocolates a los niños, caen en un engaño, porque la prohibición excita todavía más a los “golosos”.
- Cuando los adultos son los primeros en excederse en la mesa y en hablar con regalo de sus banquetes, no se admiren de que los niños les sigan los desatinados pasos.
- Hay casos de jovencitas que se dan con exceso al alimento para deshacer una la silueta extremadamente delgada, como otras hacen regímenes insensatos para no engordar.
- Algunos niños comen más que otros para mostrarse superiores o llamar la atención. En los hogares en donde no hay equilibrio afectivo y no se proporciona a los niños la alegría de vivir, se producen efectos inesperados.
Los males de la gula
Son muchos los daños de la gula, así en la salud del cuerpo como en la del alma…
- Es sabido que tanto quita el goloso a la inteligencia cuanto concede al estómago.
Superalimentado, el hombre es arrastrado a las bajas pasiones… Atiborrado, el estudiante se siente poco inclinado a los ejercicios del intelecto. La propia sensibilidad –física, artista, moral, se embota en los golosos.
- Poco o nada de cuidado moral y religioso tendrá quien ceba al “animal” que está en todos nosotros.
Las relaciones entre la templanza y la castidad, por ejemplo, son bien conocidas. San Agustín recuerda que se torna indomable el caballo bien tratado. La gula abre el camino a toda especie de incontinencias.
No hay que olvidar que la gula es uno de los siete pecados capitales, es decir, fuente de otros pecados y vicios, que de él se siguen como efecto de la causa.
Al contrario, se sabe que los Santos eran sobrios, sin excepción.
La liturgia, en el prefacio del tiempo cuaresmal, hace el elogio de ayuno: “refrena los vicios, eleva la inteligencia, aumenta y facilita la virtud“.
Tantos males nos dan sobradas razones para corregir a tiempo y con medios idóneos a los niños que se manifiestan golosos.
Tratamiento
Desde el principio, la madre debe regular la alimentación del hijo, dar lo necesario (ni más, ni menos) y a horas precisas. Estos son hábitos que es necesario crear y consolidar, de modo que se mantengan durante la vida.
Más tarde, cada niño se diversificará comiendo más o menos, de acuerdo con sus tendencias y capacidades (esas no son idénticas en todos). Entonces, los padres controlarán de modo que los de mayor apetito se conserven dentro de los límites razonables…
A los padres, y más especialmente a la madre, cabe no darles cuanto desean o piden.
Buenos hábitos alimentarios
Nunca es tarde para enseñar las buenas maneras en la alimentación:
- comer despacio, sosegadamente, sin miedo que el alimento huya lejos del plato o de la boca.
- masticar bien, para no sobrecargar el estómago con el trabajo que compete a la boca.
- en cuanto sea posible, aceptar lo que se pone sobre la mesa (como pidió Cristo sus discípulos: cf. S. Lucas 10,8).
En cuanto a este punto, no hay que forzar a los niños: existen preferencias y repugnancias naturales, resistentes incluso a los esfuerzos de los adultos; en otros casos se rinden con simplicidad, enseguida que los educadores saben orientar.
Hacer comprender
Con los pequeñitos quedaremos solamente en las medidas necesarias, sin las explicaciones que, por otra parte, no entenderían. Pero, en la medida que lo vayan entendiendo, iremos dando esas explicaciones.
Son muchas y buenas las razones de la templanza, y el educador las dosificará desde la afirmación simple de que “eso hace mal” o “es feo” hasta el sentido del dominio de sí mismo y el respecto al templo de Dios, que es nuestro cuerpo de cristianos.
No conviene que los padres den “sermones” sobre la moderación, porque los niños se cansan de ellos con facilidad, y perderán eficacia; las razones dichas a la ocasión, facilitan y consolidaron los buenos hábitos, en este como en otros terrenos.
En el hogar cristiano
Teniendo una atmósfera cristiana en la familia, es fácil dirigir a los niños hacia los pequeños sacrificios, en que se privarán de un caramelo, de un postre, etc., por amor a Jesús; o guardarán una fruta o a un caramelo para dárselo al amigo pobre.
A la mesa, serán servidos a su tiempo, aprendiendo a esperar pacientemente su turno.
Convencidos de las ventajas de la moderación y de los males de la glotonería, los padres hablarán un lenguaje justo a este respecto.
Frente a un mal ejemplo de gente extraña, censurarán sus errores y hablarán con desdén de los que hacen de su vientre su dios (cf. Filip 3,19).
Ejemplo de los padres
Aunque parece innecesario, digamos expresamente aquí, como siempre, que en la educación vale el ejemplo de los padres:
- discretos y elegantes, en lo que se refiere a la alimentación,
- sirviéndose con moderación, comiendo para vivir (al contrario de los que viven para comer),
- fieles a los horario,
- sobrios y mortificados,
Dan con los actos la lección más eficiente, porque es constante, vivida y muda.
Los que de otra manera proceden, no presuman corregir a los niños, para no agravar con la irrisión de la pésima lección que les dan…
Por Monseñor Álvaro Negromonte y revisado por el Hermano Gamaliel Gorostieta.
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