∇.D=
densidad y forma del flujo eléctrico
Ρv=
densidad del volumen de la carga eléctrica
Sin las cuatro ecuaciones de Maxwell seguramente seguiríamos
iluminando nuestros hogares con velas, como se hacia hasta finales del siglo
XIX, y no con alumbrado eléctrico. Tampoco conoceríamos, la radio la
televisión, el teléfono, los hornos microondas, las radiografías y los radares,
que se inventaron en la revolución tecnológica surgida a comienzos del siglo
XX. La característica en común de todas estas inversiones es que funcionan con
ondas electromagnéticas –energía con partículas eléctricas y magnéticas que
viajan en el “vacio” a la velocidad de la luz-, las cuales fueron demostradas
matemáticamente por el físico escocés James Clark Maxwell. Aunque están en
todas partes, no podemos ver todas las ondas ni darnos cuenta de donde
provienen y que tamaño tienen. La única manera de notar su presencia es
detectar los efectos que produce en sus campos, por ejemplo el calor emanado
por los rayos de sol.
El físico inglés Michael Faraday impulso la invención de
maquinas que demostraban el vínculo inherente entre la electricidad y el
magnetismo. No obstante, sus inventos eran puramente mecánicos, hasta que en
1864 Maxwell transformo sus experimentos en ecuaciones.
Con ellas fue como se comprobó la existencia de diferentes tipos
de ondas electromagnéticas, entre estas la luz. Los hallazgos inspiraron al
alemán Heinrich Hertz en 1888 para fabricar aparatos que generaran ese tipo de energía,
y aunque nunca pensó que tuvieran un uso
cotidiano, pronto evolucionaron a las primeras herramientas generadoras de luz
eléctrico, la versión pionera del radio y demás dispositivos de comunicación a
distancia.
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