jueves, 1 de agosto de 2013

Atracción electrizante: Ecuación de Maxwell

.D= densidad y forma del flujo eléctrico
Ρv= densidad del volumen de la carga eléctrica

Sin las cuatro ecuaciones de Maxwell seguramente seguiríamos iluminando nuestros hogares con velas, como se hacia hasta finales del siglo XIX, y no con alumbrado eléctrico. Tampoco conoceríamos, la radio la televisión, el teléfono, los hornos microondas, las radiografías y los radares, que se inventaron en la revolución tecnológica surgida a comienzos del siglo XX. La característica en común de todas estas inversiones es que funcionan con ondas electromagnéticas –energía con partículas eléctricas y magnéticas que viajan en el “vacio” a la velocidad de la luz-, las cuales fueron demostradas matemáticamente por el físico escocés James Clark Maxwell. Aunque están en todas partes, no podemos ver todas las ondas ni darnos cuenta de donde provienen y que tamaño tienen. La única manera de notar su presencia es detectar los efectos que produce en sus campos, por ejemplo el calor emanado por los rayos de sol.

El físico inglés Michael Faraday impulso la invención de maquinas que demostraban el vínculo inherente entre la electricidad y el magnetismo. No obstante, sus inventos eran puramente mecánicos, hasta que en 1864 Maxwell transformo sus experimentos en ecuaciones.


Con ellas fue como se comprobó la existencia de diferentes tipos de ondas electromagnéticas, entre estas la luz. Los hallazgos inspiraron al alemán Heinrich Hertz en 1888 para fabricar aparatos que generaran ese tipo de energía, y aunque nunca  pensó que tuvieran un uso cotidiano, pronto evolucionaron a las primeras herramientas generadoras de luz eléctrico, la versión pionera del radio y demás dispositivos de comunicación a distancia.

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