Toco a la mayoría de nuestros lectores vivir un fenómeno identificado
con el posible fin del mundo calculado para el año 2000 y que sintetizo añejos miedos
propios del milenarismo a partir de un insospechable revés en la programación de
los sistemas operativos de las computadoras. Se le conoce como Y2K, expresión en
la que Y vale por year o año y K por 1000, en reminiscencia de su empleo dentro
de las palabras kilogramo (1000 gramos) o kilometro (1000 metros). El llamado también
“error del milenio” se origino en un descuido de los programadores que, con el
fin de economizar memoria en el almacenamiento de fechas y suponiendo que las
fechas estarían vigentes nada mas durante el siglo XX, solo señalaron las dos últimas
cifras del año, por ejemplo “66” y no “1966” por lo que al llegar el año 2000,
las computadoras lo interpretaron como 1900.
La detección de esta falla informática detecto diversas reacciones
en la década precedente. Algunas compañías tomaron medidas razonables
para minimizar el impacto del problema que, en todo caso, podría generar dificultades
administrativas. Sin embargo, personas mas irresponsables y menos informadas provocaron
una ola de pánico a través de internet. Los extremistas recomendaron retirar
los ahorros del banco y convertirlos en metales preciosos. Anunciaron serias
dificultades en el suministro de agua, luz y otros servicios públicos;
advirtieron que los aviones fuera de control caerían del cielo, sugirieron
hacer compras de pánico y hasta refugiarse en cabañas apartadas de las ciudades
para evitar el colapso social provocado por el inminente desastre económico. En
realidad solo se presentaron problemas menores, poco significativos. Hasta la
fecha mucha gente se pregunta si los 3000,000 millones de dólares que se
gastaron para prevenir las consecuencias del error fueron un desperdicio
motivado por el pánico irracional de los nuevos milenaristas, paganos,
protestantes y lobby homosexual.
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