El año comienza con la mirada maternal de María, la Madre de Dios, la bendita, y con la invocación de la bendición más antigua de la Biblia. Celebramos la octava de Navidad, el día en que el pequeño de Belén recibió el nombre de Jesús, el Emmanuel.
En las primeras horas del nuevo año, invoco el texto de la bendición sagrada como expresión del deseo de brindarte las mejores razones para leer la historia como Providencia: “El Señor te bendiga y te guarde; ilumine el Señor su rostro sobre ti y te sea propicio; El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz” (Núm 6, 24-26).
EL SEÑOR TE BENDIGA Y TE GUARDE
A Moisés, Dios le pidió que comunicara a Aarón y a sus hijos el modo de bendecir al pueblo con las palabras que he citado. Jacob se convirtió en heredero al recibir la bendición de Isaac. La bendición exige unas condiciones “para que el Señor tu Dios te bendiga en todas tus empresas (Dt 23, 16-21).
En la bendición invocas a Dios para que se te muestre favorable, te proteja, te guarde en tus caminos, te esconda con su mano, te cobije, te mire con benevolencia, te haga fecundo. El salmista lo expresa de forma orante: “Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros”. Nos bendiga desde Sión. ¡Que Dios te bendiga y te guarde!
ILUMINE EL SEÑOR SU ROSTRO SOBRE TI Y TE SEA PROPICIO
Es la misión que Dios encomienda al Mesías: “iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz”. La luz orientadora de todo el camino de la vida es el rostro de Jesús, el Transfigurado. Quienes fijan sus ojos en Él descubren la mayor experiencia de luz, porque desde la mirada de Dios son capaces de leer todo con ojos de fe e interpretarlo como gracia.
Dios es propicio enviando su gracia, como lo hizo de manera especial con María, la Madre de Jesús, la llena de gracia, la bendita entre todas las mujeres, la creyente, que pudo acoger por fe la voluntad divina y convertirse en Madre de la Palabra. ¡Que Dios se te muestre a lo largo del año en los diversos acontecimientos, y lo reconozcas!
EL SEÑOR TE MUESTRE SU ROSTRO Y TE CONCEDA LA PAZ
Que el Señor te mire, vuelva su rostro hacia ti y te sientas mirado por Él, no vigilado, sino acompañado por su presencia íntima. Un grito orante exclama: “¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro?” ¡Dios mío, no me ocultes tu rostro! Y como antífona reiterada, reza el salmista: ¡Oh Dios, haznos volver, y que brille tu rostro, para que seamos salvos! (Sal 80,4.8.20)
La paz es luz, don mayor para el alma, guía de conducta, certeza de la dirección adecuada, consolación del alma, firma de Dios. “¡Paz!” es el saludo más pleno, en él se contiene el mejor deseo, es el beso amigo, el beso divino, Jesucristo se lo dio a los discípulos, enviándoles el Espíritu Santo. ¡Que tengas paz todos los días de 2013!