Rogelio Núñez es arquitecto, hermano marianista, viceprovincial de la congregación de la Sociedad de María en España, y además es viñetista y dibujante. Pronto tendrá una ventana abierta en Religión Digital para mostrar sus bellas imágenes.
¿Eres un religioso laico?
Sí. Los marianistas somos una congregación de composición mixta: religiosos sacerdotes y religiosos laicos.
¿De dónde te viene la afición por el dibujo?
Bueno, yo de formación soy arquitecto, por lo tanto, siempre me ha gustado dibujar. Es una manera de expresarme, a la hora también de trabajar pastoralmente y de aportar algo a las personas que me rodean. El dibujo es mi instrumento más eficaz, como hobby y como desahogo, descanso.
¿Sigue siendo válido lo de que una imagen vale más que mil palabras?
Exacto. Yo no soy un profesional del diseñográfico, ni un diseñador. Pero tengo distintos registros para manejar el lenguaje, desde lo más simbólico a lo evocador. Signos que a cada uno le pueden sugerir cosas distintas, abiertos a la interpretación. En eso consiste comunicar sin palabras. También utilizo el fotomontaje, usando imágenes distintas, manipulándolas con Photoshop y jugando con ellas para que sean impactantes, que provoquen la pregunta o la inquietud. Busco despertar interés en quien lo esté contemplando.
Hay imágenes que uso mucho en actividades pastorales, para oraciones, para charlas sobre interioridad, educación en la espiritualidad... Son imágenes que provocan muchas reacciones y que tienen muchas posibles respuestas. El diálogo siempre es enriquecedor.
Por otro lado, hago diseños concretos o ilustraciones para el mundo parroquial o educativo. No me gusta explicar los dibujos para que cada uno entienda lo que le está proponiendo.
Por último, están las viñetas, con pequeños textos, diálogos o comentarios. Hayalusiones a temas actuales de la Iglesia, personajes que hacen reflexiones... A veces son más explícitas, y a veces más simbólicas.
¿Dónde puede verse tu trabajo?
Actualmente tengo un blog que se llama Partido:
Partido es mi segundo apellido, así que empecé a firmar así mis dibujos para colgarlos en la red. Me gusta porque tiene las letras "art", que sugieren al mundo del arte. Y bueno, como hay un dibujante que se llama "El Roto", pensé que podría haber otro en el mundo del dibujo que se llame "Partido".
¿El Roto es una de tus referencias? ¿Cuáles son tus maestros?
Bebo de muchas fuentes. Una de ellas puede ser El Roto, sí. Y también José Luis Cortés, que es uno de los referentes en el mundo de la Iglesia. Yo he crecido y me he evangelizado a través de los dibujos de Cortés. Jamás tendré su capacidad gráfica para expresar, la mano que tiene dibujando; pero su capacidad de comunicación me ha marcado.
¿Se ha reconocido suficientemente a Cortés esa labor pastoral enorme?
No sé si él se siente recompensado o reconocido. Creo que ha tenido grandes gratificaciones profesionales, pero también muchos disgustos. Creo que ha sido su opción vital, y que en la Iglesia de España tiene una presencia importante.
¿Por este mundo se puede llegar a Dios?
Sí, claramente. Es una manera de transmitir la experiencia de fe y la experiencia religiosa. Ya los primeros cristianos empezaron a decorar las catacumbas con signos y símbolos. Las imágenes son la mejor forma de expresar las cosas inefables, que no se pueden transmitir con palabras.
¿Por qué seguimos utilizando demasiado el discurso oral en la Iglesia, en la pastoral?
Ésa es una de nuestras grandes dificultades, por ejemplo, para llegar al mundo juvenil, que maneja más el lenguaje audiovisual. Los discursos les entran por un oído y les salen por el otro. La palabra se gasta, pierde significatividad. Sin embargo, las imágenes nos dejan más desnudos. Nos hacen bajar las barreras de defensa. Nos hacen entender, o al menos, nos hacen hacernos preguntas.
Entonces, ¿la pastoral juvenil debería incorporar Facebook, Twitter, etc, como herramientas digitales? ¿También deberían los obispos? ¿Por qué se tienen recelos hacia estos instrumentos?
Sí, sí. Son puntos de encuentro y de comunicación. Tienen sus limitaciones, lógicamente, a la hora de profundizar; pero no cabe la menor duda de que son una vía de llegada. Y de convocar. Son instrumentos muy útiles y muy interesantes.
¿La juventud actual es tan mala como dicen?
No. Siempre se ha hablado mal de la juventud. También hablaron mal de nosotros cuando éramos jóvenes. Pero nuestros jóvenes no son nada malos, ni superficiales, ni vacíos. Eso se dice de todas las generaciones. Esta juventud no lo tiene fácil, pero tiene mucho potencial, muchos retos que abordar. En el ámbito de la fe, es una juventud sedienta. Por nuestra parte, no sabemos comunicar nuestra experiencia, y ellos tienen mucha dificultad para vivir su fe en el día a día.
¿Se ha roto la cadena de transmisión en la familia? ¿Las nuevas generaciones ya no educan en la fe?
El diagnóstico es difícil, porque en muchos ámbitos de la sociedad hay ya eslabones que se han roto. Sin embargo, el futuro de la evangelización está en la pastoral familiar.
Tenemos que seguir trabajando con la juventud a todos los niveles. Es una juventud que está buscando, que no profesa la fe ni se reconoce como cristiana, pero sí como creyente.
¿Habría que organizar, entonces una pastoral juvenil de conjunto? ¿Que la JMJ no fuese sólo un cohete muy vistoso?
Eso es. Todos vivimos la JMJ como una oportunidad de convocatoria, de hacer una experiencia fuerte. Pero, efectivamente, todo eso tiene que ir engranado en un proceso de maduración en la fe, de compromiso y de presencia dentro de la Iglesia. Por eso siempre tendría que haber un antes y un después de estos eventos. Hay que disfrutar los momentos de intensidad, porque a los jóvenes estas cosas les llegan, les marcan. Pero eso no puede ser la única pauta de trabajo juvenil. No se pueden hacer actos cada dos o tres años descuidando el día a día. Hay que acompañar a los jóvenes durante todo su proceso.
¿Tenemos que cambiar nuestro lenguaje? ¿Nos entienden?
No, no nos entienden. Tenemos que cambiarlo. Cualquier joven con el que trates de hablar de la experiencia de Dios te denunciará esa incomunicación. No entienden lo que decimos, porque son cosas que no son significativas para ellos, que no tocan su realidad vital de los 15, de los 18, de los 20 años. No sienten que estemos diciendo una Buena Noticia, porque el discurso no llega a tocar sus vidas. Así que tenemos que hacer un esfuerzo no tanto de traducción (porque no es cuestión de vocabulario) como de significación. No hay que hablar macarrilla, pero el mensaje tiene que ser significativo en sus vidas. Mientras tanto, no hay diálogo con los jóvenes. Estamos manteniendo un monólogo. No escuchamos su queja, ni su gozo, ni sus inquietudes.
¿Vamos con recetas preconcebidas?
Exacto. No escuchamos qué quieren, qué necesitan o qué demandan. No escuchamos cómo quieren comprometerse con la Iglesia o reconstruirla, no escuchamos sus críticas ni sus denuncias. Y eso es parte del trabajo.
¿Algunos sí supieron hacerlo? Estoy pensando en el cardenal Martini, que reunía en el duomo de Milán cientos de jóvenes, en sesiones sobre la Biblia y la Palabra de Dios.
Sí, eso se puede hacer. El Evangelio es presente, es actual, y puede seguir siendo una fuente de vida para todas las personas de hoy. Los jóvenes nos lo están demandando. Quieren apagar sus sed de experiencia de Dios.
¿No es el Evangelio dinamita pura para los jóvenes?
Sí. Pero muchas veces se la ofrecemos descafeinada, masticada... Y eso ellos lo vomitan. Ven que no les sirve.
¿Buscan también espacios de oración, de silencio, de desconexión?
Ahí, en los espacio de convocatoria y de oración, también tenemos mucho que crecer. Para los jóvenes son muy cutres. Necesitan un espacio donde se encuentren cómodos, a gusto. No sólo que esté decorado o que sea iluminado, sino que tenga capacidad de acogida, que no haya llaves, verjas... Que sean espacios abiertos y se pueda entrar y salir.
¿O sea que deberíamos volver a las comunidades pequeñas y cálidas donde los jóvenes se pudieran sentir acogidos y partícipes?
Sí, exacto. Acogidos en el espacio concreto, físico; y acogidos por la comunidad. Hay mucho que aprender todavía.
¿Cómo ves la comunicación de la jerarquía de la Iglesia española? ¿Hay conexión?
Yo creo que es un problema general de toda la Iglesia. Tenemos que saber estar y comunicar a todos los niveles. El mundo de la comunicación no es fácil, por eso hay que hacerlo con profesionalidad, y también con audacia. Quizá eso es lo que nos falta.
Dentro de la Iglesia tenemos grandes comunicadores, grandes divulgadores del Evangelio a los que hay que dar la oportunidad de estar presentes en la sociedad a través del lenguaje, oral, escrito y visual. La radio-televisión y el periodismo digital tienen gran capacidad de llegada, pero todavía hay mucho camino por hacer.
¿Internet se está mostrando como un camino potente?
Sí, muy potente. La iniciativa de mi blog es precisamente para tener una presencia pública en Internet, porque las páginas de contenido religioso, en el ámbito gráfico o de expresión visual, eran muy pobres. Por desgracia, la expresión artística en la Iglesia se ha detenido mucho. Hemos tenido grandes pintores, grandes escultores, grandes arquitectos que han expresado la experiencia religiosa a través del arte y de la belleza. Pero todo eso se ha quedado muy estancado. Pasa el mismo problema con el lenguaje musical. Yo mismo, buscando imágenes en Internet, veía que la iconografía es muy pobre, muy rancia. Por eso hay que regenerarla.
¿A veces da hasta vergüenza?
Es que no hemos llegado a conjugar la profesionalidad con la identidad y los contenidos de la Iglesia. Tenemos el mejor contenido, un buen mensaje, pero no sabemos utilizar y confiar en los profesionales. En Internet se está avanzando poco a poco, se está cuidando más la presentación