Se plantea esta Reflexión en respuesta al Profesor Alexis Guerra por el Artículo titulado“Las Locuras de los Curas” publicado en eldiario El Impulso el 14 de septiembre de 2012 donde se sugiere la hipótesis de si “La Iglesia a comienzos de un nuevo siglo debe plantearse el reto de enfrentar los embates contra su imagen, su credibilidad, y la fe depositada en ella por la feligresía como producto del comportamiento y la actuación de algunos sacerdotes”.
Apreciado amigo, desconozco si usted es o no Cristiano Católico, pero debo decirle que ha sido usted muy poco o nada equitativo y ecuánime al plantear o pretender plantear, de forma amplificada y especialmente gratuita, hechos aislados acerca de la actuación de algunos sacerdotes que pretenden ofrecer una imagen de la Santa Madre Iglesia que no responde a la realidad. Y en este sentido, deseo citar a un Santo y brillante Sacerdote Jesuita llamado Jorge Loring quien plantea una hermosa analogía donde compara a la Iglesia con un árbol y dice: “Tú para ver si un árbol es bueno, no miras la fruta podrida que ha caído del árbol; miras los frutos que cuelgan de sus ramas. Del mismo modo es el árbol de la Iglesia, si queremos ver y medir su calidad, entonces debemos mirar a los Santos de este y de todos los tiempos, que son la fruta sana que cuelga de sus ramas; y no la fruta podrida que ha caído, que se ha desgajado de la vida de la gracia que son todos aquellos sacerdotes y fieles, sí, también los fieles como usted y como yo que con nuestras acciones podemos dejar de dar testimonio y caer de las ramas del árbol de la Iglesia ofreciendo una imagen irreal. Porque la Iglesia no son solo los sacerdotes sino todos los que nos hemos bautizado y que tenemos la misma obligación y el mismo llamado a la santidad que tienen “los curas” como usted despectivamente los llama. Y no crea usted que somos los fieles mejor que los sacerdotes, pues ellos por estar llamados a la entrega plena de su vida sufren muchas más tentaciones del demonio que nosotros los fieles laicos y sin embargo la mayoría de ellos supera estas tentaciones y logran dar un ejemplo de vida admirable. Por eso decía siempre Mons. Críspulo de Jesús Benítez Fontúrvel: “Tengo la certeza de que el peor de mis sacerdotes, será siempre mejor que el peor de mis fieles”.
Ahora bien, si usted quiere ofrecer y brindar una imagen acerca de la realidad lo invito a que hable acerca de la obra que durante dos mil años ha llevado a cabo la Iglesia en el mundo, lo invito a que señale en primer lugar el aporte invaluable que la Iglesia ha dado a la humanidad al descubrir el método científico, al fundar las universidades, esas casas de estudios cuyo origen proviene de la Iglesia, como la UCLA, de la cual usted fue y es profesor. La contribución a lo largo de la historia al arte, la música, la arquitectura, la ciencia, el derecho y la economía son innegables. El historiador Thomas Woods en su libro “Como la Iglesia Católica construyó la civilización occidental” profundiza en el legado del cristianismo, hoy a menudo desconocido o negado. Concluye que al estudiar la civilización occidental y sus instituciones, estas no han sido fruto de una evolución casual y dispersa. A partir de la herencia de Grecia y Roma, han nacido dentro de una matriz cultural cristiana que, junto con los inevitables fallos humanos, ha supuesto una obra civilizadora decisiva.
Si usted quiere hablar de la verdad de la Iglesia y de los frutos que su obra ha producido en la humanidad, entonces debe hablar de las obras que la Iglesia sostiene y ha sostenido en los cinco Continentes. He tomado de la Agencia Fides algunos datos sacados del «Anuario Estadístico de la Iglesia» actualizado al 31 de diciembre de 2007. De este modo, tenemos que la Iglesia administra un total de 67.264 escuelas maternas frecuentadas por 6.386.497 alumnos; 91.694 escuelas primarias por 29.800.338 alumnos; 41.210 institutos secundarios por 16.778.633 alumnos. Además sigue 1.894.148 jóvenes de las escuelas superiores y 2.837.370 estudiantes universitarios. Los institutos de beneficencia y asistencia administrados en el mundo por la Iglesia comprenden: 5.378 hospitales, 18.088 dispensarios, 521 leproserías, 15.448 casas para ancianos, enfermos crónicos y minusválidos, 9.376 orfanatos, 11.555 jardines de infancia; 13.599 consultorios matrimoniales, 33.146 centros de educación o reeducación social y 10.356 instituciones de otros tipos. Entonces le pregunto Profesor, ¿Qué otra institución, inclusive gubernamental, sostiene una obra de la magnitud y de la envergadura que sostiene la Iglesia Católica? Hábleme de números, de estadísticas. De este modo, podremos citar muchas otras instituciones como Cáritas Internacional, Fe y Alegría, Manos Unidas, la Legión de María, los salesianos de Don Bosco, entre otras. Entonces no puede usted, ni nadie, olvidar ni dejar de hablar de las grandes obras que han realizado los Santos de todos los tiempos que han ofrendado sus vidas por la salvación de las almas; son millones y millones de casos y ejemplos los que podría citar pero, obviamente, por razones de espacio me limitaré a citar solo algunos casos notables de los Siglos XIX y XX:
Ejemplo de ello es la obra de San Luis Orione, Sacerdote Católico fundador de la congregación religiosa “Pequeña Obra de la Divina Providencia” dedicada a asistir y cuidar, rehabilitar, educar y promover la atención de los discapacitados, así como al cuidado y asistencia de los niños cuyas familias no cuentan con el tiempo y los recursos suficientes para su atención y para aquellos que están en la calle. Esta pequeña obra cuenta con presencia en 296 localidades de 30 países a lo largo y ancho del globo terráqueo y nosotros, aquí en Barquisimeto contamos con 2 de esas casas que son el HONIM y el Pequeño Cottolengo.
Otro ejemplo admirable lo tenemos en San Damián de Molokai, sacerdote y misionero católico de Bélgica que dedicó su vida al cuidado de los leprosos de la población de Molokai en el Reino de Hawái, donde habitaban más de 600 leprosos. Este sacerdote fue un padre para los leprosos, y los amó de tal manera que no tuvo vacilaciones en volverse uno de ellos y vivir y morir con ellos. De este modo, el Padre Damián fue enviado a la que podríamos llamar, “La colonia de la muerte”, en la que ofrendó su vida. Asimismo una mañana se dirigió a su ritual matutino de introducir sus pies en agua hirviendo y descubrió que no podía sentir el calor: se había contagiado con la lepra. A pesar del descubrimiento, los residentes señalan que el Padre trabajó incansable construyendo cuantas casas pudo y planificó la continuación del programa que había creado para cuando él se hubiera ido. La muerte le llegaría 5 años después, en 1889 a los 49 años.
Por otra parte, vale la pena mencionar la Obra del Gran Papa y Beato Juan Pablo II, considerado como uno de los Papas más grandes de todos los tiempos, quien con su vida, entrega y dedicación nos dio ejemplo a usted, a mí y los católicos y no católicos de este y de los siglos venideros de lo que era ser un verdadero cristiano. Fue tan excelso su pontificado que llegó a ser llamado el Papa de los records: en primer lugar porque fue el tercer pontificado más largo de la historia, superado solo por San Pedro y por el Beato Pio IX. Además abandonó el Vaticano más de 1500 veces para viajes oficiales visitando 129 países y recorriendo más de un millón de kilómetros, lo que se asemeja a dar la vuelta al mundo más de 30 veces. Si se suma la duración de sus viajes vivió fuera de Roma casi dos años y medio. Mantuvo reuniones masivas en las grandes capitales del mundo y en pequeñas islas con menos de 100 habitantes. Le escucharon los más poderosos de la tierra y los desheredados, los sanos y los enfermos, los jóvenes y los ancianos, ricos y pobres, católicos y no católicos quienes reconocen su obra y lo ven como un ejemplo a seguir. El record de participación lo tiene Manilas, la capital de Filipinas donde, en 1995, asistieron más de cinco millones de personas a una misa del Gran Papa. Nadie en la historia de la humanidad ha visto y ha sido visto y oído por más gente. Por otra parte fue el Papa de los Jóvenes, inventó las Jornadas Mundiales de la Juventud que celebró en los cinco continentes y en las que llevó el mensaje de Cristo a millones y millones de jóvenes de todo el mundo. No puede quedar olvidado su aporte como un gran escritor pues de su pluma salieron cien mil páginas de documentos magisteriales, es decir, como si fuera una biblioteca de 200 volúmenes de 500 páginas cada uno. Entre estas se incluyen 2.500 discursos y las 1.160 audiencias generales a las que asistieron más de diecisiete millones de personas. Batió además el record de Santos y Beatos, elevando a los altares a más personas que todos los 263 Papas anteriores, siendo un total de 1.338 Beatos y 482 Santos. Fue además el primero en muchos campos, el primero que visitó una sinagoga, el primero que entró en una iglesia protestante o el primero que estuvo en una mezquita. Todos estos records sin dejar nunca de administrar todos los sacramentos, desde el bautismo hasta la unción de los enfermos y sin dejar de ser lo que fue y como se describía habitualmente: Un simple Sacerdote Católico.
También podríamos mencionar la Obra de la Beata Teresa de Calcuta, religiosa católica, fundadora de la congregación de las Religiosas Misioneras de la Caridad con el objetivo de ayudar a los más pobres entre los pobres y cuya misión (en palabras de la Madre Teresa) es “Cuidar de los hambrientos, los desnudos, los sin hogar, los lisiados, los leprosos, toda esa gente que se siente indeseada, rechazada, sin cariño, para traerlos de vuelta a la sociedad, esa sociedad para la que se han vuelto una carga y los evita.” Esta congregación cuenta hoy con más de 5.000 monjas que atienden en todo el mundo orfanatos, hospicios de víctimas del sida, leproserías, centros de caridad, refugiados, alcohólicos, impedidos, pobres, sin hogar, víctimas de inundaciones, epidemias y hambre. Hoy en día son alrededor de 517 misiones en más de 133 países, las cuales se asisten hoy en día por más de un millón de colaboradores por todo el mundo.
A este respecto escribe Luis María Ansón, Miembro de la Real Academia Española: Allí donde hay un hospital dedicado al Sida, lo mismo en África que en Asia o Iberoamérica, también en Europa, son monjas y sacerdotes católicos los que están a pie de cama para atender a los enfermos. He recorrido en trabajo profesional más de cien países. En las leproserías de todo el mundo, en los asilos de ancianos terminales, en los hospitales para enfermos infecciosos, sólo se encuentra uno con misioneras y misioneros católicos. Esa es la escueta verdad. Nunca me he tropezado en esos lugares con un comunista militante, con uno de esos manifestantes que vociferan contra la Iglesia. Los misioneros y misioneras permanecen al margen de las pancartas y los sermones políticos. Derraman su amor sobre los leprosos, los sidosos, los enfermos terminales, los ancianos sin techo, los desfavorecidos y desamparados. […] El Papa cree que la mejor forma de combatir el sida en África es la monogamia y la fidelidad. No ha tenido en cuenta lo estupendas que están las negritas y lo difícil que tiene que ser, ante el espectáculo de tanta belleza y atractivo, que los negros politeístas y polígamos practiquen la virtud de la monogamia. Pero ironías aparte, quienes combaten el sida en África, quienes atienden a los enfermos son las misioneras, los misioneros católicos. Escuché en una tertulia de radio a un simpático homosexual cebarse con el Papa y despotricar contra la Iglesia y se me ocurrió aclararle: “Dicen que el sida está especialmente extendido entre los homosexuales aunque afecte ya a los heterosexuales. Seguro que tú nunca te pondrás enfermo. Pero ten por seguro que, si así fuera, quien te atenderá con amor y dedicación en el hospital será una monja y/o un sacerdote católico” Se quedó callado y el simpático gay y los tertulianos se apresuraron a cambiar de tema.
Yo vi y experimente con tristeza como, con motivo de la visita del Santo Padre Benedicto XVI a África, la prensa mundial tergiversó el sentido de sus palabras sobre el uso de los preservativos y la epidemia de Sida que atraviesa este Continente. Son muchos los que, como usted, se dedican a atacar a la Iglesia Católica sistemáticamente. Todo les vale, como argumento, para el intento de desprestigiar a los seguidores de Cristo, sin querer reconocer la labor que, durante veinte siglos, están haciendo en el mundo los discípulos de aquel pequeño grupo de los Apóstoles. Hoy, en el mundo entero, monjas y sacerdotes católicos están atendiendo a los más miserables, machacados y enfermos. Antes era el tifus o la lepra. Ahora es el Sida. Y sin distinción de país, raza o religión, son religiosos católicos los que están en primera línea, en silencio, sin cámaras de Televisión, junto a quienes más necesitan su ayuda.
Muy fácil es criticar y hacer mella de los sacerdotes y de las monjas que ofrendan su vida, pero cuán difícil es tener la valentía de ponerse en su lugar y ocupar el puesto y realizar la obra que ellos realizan en la sociedad. Muy sencillo es tildar de retrógrada a la Iglesia Católica y escandalizarse porque supuestamente no se “Adapta a la altura de los tiempos” aceptando el uso de métodos de anticoncepción físicos o químicos, permitiendo la conducta homosexual como moralmente aceptable o permitiendo la práctica del aborto y la eutanasia; pero debo decirle a usted, ¿Sabe por qué esta Iglesia no se adapta a la altura de los tiempos? Porque esta no es una Iglesia que se acomoda a lo que el mundo dice sino que el mundo debe ser iluminado por la verdad que hay por parte del Espíritu Santo en esta Santa, Católica y Apostólica Iglesia Romana.
No quiero concluir mi planteamiento sin hacer una breve referencia a los casos de pederastia en Irlanda que usted ha citado en su artículo. A este respecto, el libro Pedophiles and Priests(Pedofilia y Sacerdocio), escrito por el estudioso no-católico Philip Jenkins y cuyo estudio está avalado por la Universidad de Oxford en el cual recoge los resultados de su investigación y que constituye el estudio más amplio que existe hoy día sobre este tema. Concluye que solamente 1 (Uno) de entre 2.252 sacerdotes que formaron parte del estudio a lo largo de un período de más de 30 años, se ha visto afectado por la pedofilia, lo que representa solamente el 0.04% del clero. Quizás usted o algunas personas piensen que el problema de los abusos se deba al celibato sacerdotal, lo que también es refutado por el estudio del profesor Jenkins, el cual concluye: “El celibato no es causa de ninguna adicción sexual desviada, entre las que se cataloga la pedofilia. De hecho, en comparación con los sacerdotes, es tan probable que los hombres casados abusen sexualmente de los niños”. La pedofilia es un tipo particular de desorden sexual compulsivo en el cual un adulto (hombre o mujer) abusa de niños preadolescentes. La gran mayoría de los escándalos sexuales del clero que están saliendo a la luz ahora no entran propiamente en la categoría de pedofilia. Más bien, se deben calificar como efebofilia o atracción homosexual hacia adolescentes. Aunque el número total de sacerdotes que cometen abuso sexual es mucho más alto que el de los que son culpables de pedofilia, la cifra total queda aún por debajo del 2% que es semejante al porcentaje que se da entre hombres casados (Jenkins, Pedophilia and Priests). Podemos agregar además que una de las principales causas de estos escándalos por medio de los cuales los discípulos han traicionado al Señor como lo hiciera Judas Iscariote y que no se justifican ni se justificarán nunca, obedece principalmente a la degradación moral y religiosa de la sociedad que es cada vez mayor como lo señalaba en su momento el Papa Juan Pablo II, pues los sacerdotes y religiosos son hombres que vienen y han salido de esta sociedad enferma y no de Marte u otro planeta.
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