Ningún candidato encarnaba mejor que Rick Santorum el republicanismo más conservador. Menos preocupado por el déficit que por los preceptos morales y menos pendiente de la economía que de la religión.
Su campaña arrancó sin dinero ni atención mediática. Pero el adiós de aspirantes como Rick Perry o Michele Bachmann le convirtió en el abanderado de los cristianos evangélicos y de los simpatizantes del Tea Party, que no se resignaban a aceptar al moderado Mitt Romney como el candidato republicano a la Casa Blanca. Su retirada pone punto final a las primarias y deja la candidatura en manos del ex gobernador de Massachusetts, que a partir de ahora tiene manos libres para centrarse en la pugna con Barack Obama.
Se podría decir que Santorum era el negativo de Romney. Y no sólo por sus principios ideológicos sino por sus orígenes humildes, quele ayudaron a conectar con la clase obrera blanca que nunca ha conectado con Barack Obama.
A Santorum nunca le asustaron los desafíos. Sus primeras elecciones las ganó con 32 años en un distrito que siempre había votado demócrata y aguantó en el Capitolio durante tres lustros sin renunciar a expresar opiniones polémicas sobre el aborto o la homosexualidad. Fue ascendiendo poco a poco en el escalafón. Primero como lugarteniente de Newt Gingrich en la Cámara de Representantes y luego como hiperactivo senador por Pensilvania.
A menudo se le recuerda por sus palabras gruesas sobre los homosexuales, cuyas prácticas comparó con la zoofilia o con una disfunción social. Pero su acción legislativa incluyó propuestas para ayudar a los enfermos de sida, financiar la investigación sobre el autismo o frenar el genocidio de Sudán. Su hoja de servicios lo retrata como un senador conservador en asuntos morales. Más preocupado por ayudar a las familias que por reducir el desempleo o cuadrar las cuentas.
A Santorum lo barrió del mapa en 2006 el 'tsunami' demócrata que ganó el control del Senado y la Cámara de Representantes. La derrota le dejó tiempo para dedicar a sus hijos y a su esposa Karen, que en su juventud mantuvo una relación sentimental con el ginecólogo abortista que la trajo al mundo. Juntos Rick y Karen han vivido momentos muy difíciles. El más terrible fue la muerte de su hijo Gabriel cuatro horas después de nacer. Los Santorum se llevaron a casa el cadáver del niño, se lo enseñaron a sus hijos y durmieron con él antes de enterrarlo.
El candidato presume de haber educado a sus niños en casa y habla a menudo en campaña de su pequeña Bella: la niña a la que los médicos dieron un año de vida al nacer con una trisomía en el cromosoma 18. Santorum suele definir a la niña como "un don". Un detalle que le ha ayudado a conectar con quienes hacen campaña contra el aborto y que recuerda el drama del premier británico David Cameron con su hijo Ivan.
A Santorum se le considera un "halcón" en política exterior. Pero eso no le ha impedido tejer alianzas con sectores progresistas en asuntos como la condonación de la deuda o la ayuda a familias sin recursos. Algo tienen que ver sus raíces obreras y su condición de católico de origen italiano, que cita siempre que puede para distinguir sus orígenes de los del patricio Romney. Es raro el debate en el que no cuente la historia de su abuelo Pietro: un italiano que combatió en la Gran Guerra y llegó luego a América huyendo del fascismo. A Santorum le gusta presentar su historia como un ejemplo del sueño americano y retratarse a sí mismo como la prueba de que es posible prosperar en un país cada vez menos propenso a la movilidad social.
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