«Dios ha sido muy bueno conmigo»
Uno de los nuevos sacerdotes es el argentino Agustín Silberberg, nacido en Córdoba hace 44 años. Hijo de médicos y él mismo doctor en medicina, trabajó como especialista en medicina interna en varios hospitales hasta que decidió estudiar teología. Durante 10 años jugó de manera regular en torneos de rugby. “Dios ha sido muy bueno conmigo. Haber podido ejercer la medicina me ayuda a entender mejor el significado profundo de este nuevo servicio a los demás”.
Entre los asiáticos se encuentra el filipino Alfred Cruz, de 31 años, ex alumno de los Maristas y de la Universidad de Filipinas. Antes de comenzar sus estudios de preparación para el sacerdocio, trabajó como arquitecto en un estudio llamado “Asian Architects”, y dirigió la labor social del Kapuluan Study Center en Quezon City, llevada a cabo por universitarios: atención de pobres y enfermos, catequesis para niños desfavorecidos, campos de trabajo, etc.
Uno de los seis nuevos sacerdotes de África es el nigeriano Elobuike Anthony Asogwa, nacido en Enugu en 1986. Estudió ingeniería eléctrica en su país y posteriormente se desplazó a Europa para estudiar filosofía y teología. Su nombre “Elobuike” significa literalmente “la fuerza del consejo”. Quizá por ello —afirma— “valoro mucho el consejo, y entiendo que parte de la labor del sacerdote es servir a los demás consolando, acompañando, aconsejando”. Es el segundo sacerdote en la familia: “Tengo un hermano que también es sacerdote diocesano. Nos ayudaremos mutuamente, nos sostendremos con la oración. En breve seremos también hermanos en el sacerdocio”.
“Llevar la alegría de Cristo a todas las personas”
Entre los sacerdotes europeos está el francés Pierre Laffon, que antes de ir a Roma para estudiar, trabajó como consultor de comunicación para varias instituciones. A Pierre le gustaría volver a Francia. Su deseo es comunicar la alegría que da la fe: “La misión del sacerdote es llevar a todos la alegría de Cristo. Como dice el Papa Francisco, no podemos tener cara de funeral. Esa alegría la tendré si soy fiel a la misión que el Señor ha escogido para mí”.
«DEJAR LA CARRERA DE ABOGADO PARA SER SACERDOTE PUEDE SORPRENDER, PERO LO HE PENSADO BIEN»Martijn Pouw, nacido en Maastricht (Holanda) en 1977 había trabajado antes como abogado y profesor universitario. Gran aficionado a la bicicleta, comenta el reto de ejercer su futura labor profesional en un país secularizado: “Me ilusiona poder ser un puente; ya el solo hecho de vestir de negro da pie para responder preguntas sobre Dios, el sentido de la vida o la felicidad humana”. Martijn afirma que “dejar la carrera de abogado para ser sacerdote puede sorprender, pero lo he pensado bien, rezado en mi oración y hablado mucho con Dios. El abogado defiende los intereses temporales de su cliente, mientras que el sacerdote se ocupa del interés eterno de la gente, hay una cierta continuidad”.
Otro de los europeos es el farmacéutico andaluz Francisco Javier Fernández Centeno, que dejó la bata blanca que usaba en su farmacia sevillana para estudiar teología en Roma. Gran aficionado a los pájaros (“en casa teníamos palomos, canarios, mochuelos, aguiluchos, cenizos alcaravanes, carracas, tórtolas y otras especies”, comenta) estudió bachillerato en el instituto público San Fulgencio de Écija y, tras los estudios universitarios, trabajó 20 años atendiendo a los clientes de la farmacia y fue unos de los socios fundadores de la Asociación española de Farmacia Social.
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