EL TIEMPO PASA- El presente año ha pasado como un soplo, y como el pasarán todos los que nos restan vivir, sean pocos, sean muchos; sean felices, sean desgraciados.
¿ Qué se ha hecho de las penas y de los dolores?¿ qué de las alegrías locas y de los placeres de este año transcurrido?.
Ni las penas, ni las alegrías pasadas pueden ya volver. De ellas sólo queda el mérito de haber sufrido, o gozado con conciencia pura y con alteza de miras, o, al revés, la responsabilidad de haberlo perdido todo por falta de espíritu cristiano.
El tiempo pasa para todos, este año ha pasado para todos, nadie ha podido detener el reloj. ¡ Cómo hubiese deseado el gozador de la vida, el pecador disoluto, que no hubiesen pasado sus horas de placer, sus días y sus noches de miel! Sin embargo, pasaron para no volver.
Ha pasado este año corriendo, volando; pero no ha pasado en vano. Muchos desearían que hubiese pasado sin dejar huellas como el vuelo del pájaro; que lo pasado, como dicen, quedara pisado, más no es así. Todo el pasado queda sujeto al juicio de Dios.
LA MUERTE SE ACERCA- La muerte galopa y se acerca de día en día para cada uno. A muchos, a innumerables, los ha alcanzado en este último año, y los ha alcanzado sorpresivamente. A muchos que hemos conocido sanos y alegres, en pocos minutos, o en pocas horas, o en breves días, los hemos visto desaparecer.
Ni la edad, ni el bienestar, ni la dignidad, ni la ciencia, ni el vicio, ni la virtud respeta la muerte inexorable. Todos tenemos nuestro día señalado, como lo tuvieron los que nos han precedido este mismo año y los años anteriores. Desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, y de muchos de ellos no queda ni el recuerdo.
¡ Tanto afán por vivir, para vivir tan poco y tan tristemente!. ¡ Tanto cuidar del cuerpo y del vestido y del negocio y de la honra, para perderlo todo tan presto y tan sin remedio! ¡Tanto alardear de las riquezas, de la hermosura, de las simpatías, de la influencia, para quedar de súbito reducido a un cajón de podredumbre!
LA ETERNIDAD NOS ESPERA– Nada seria que el tiempo pasase y que la muerte se acercara, si con ello todo se acabara. Más no es así. Al morir el hombre no muere del todo: perece la materia, pero el espíritu perdura. El cuerpo vuelve al polvo del sepulcro, de donde brotó; pero el alma retorna a Dios, que la creó.
Todo lo de aquí es pasajero, todo fenece; solo el alma sobrevive en este general cataclismo. Por eso el hombre, aunque muere, no muere para siempre, sólo cambia de vida: de la vida temporal pasa a la eterna, del tiempo a la eternidad.
¡La eternidad! ¡ Qué realidad terrible! Muchos la niegan, porque les convendría que no existiese; así sus vicios, no tendrían ninguna sanción ultra terrena. Otros muchos, los más, no piensan en ella, porque no la comprenden. Más ni por negarla, ni por desconocerla, la eternidad deja de existir y de esperarnos.
Nada fuera que la eternidad existiese, si esta fuese. Pero no es así. Hay dos eternidades para todos bienaventurada y feliz. Pero no es así. Hay dos eternidades: la eternidad del cielo, para premio, y la eternidad del infierno, para castigo. Hay, pues, un premio eterno y un castigo eterno. Así lo ha dispuesto dios, y nada ni nadie podrán hacer que no sea así.
Si, pues, te espera una eternidad feliz, ¡oh cristiano!, después de los sufrimientos de esta breve vida, ¿ Por qué no los soportas con resignación y con una santa esperanza? Y si a tí también te espera la eternidad, pero una eternidad desgraciada, ¡ oh pecador y gozador de la vida!, ¿ porqué prefieres un placer sucio y fugaz, a una eterna dicha?
Para meditar aún más:
I. ¿Podría decir con verdad como San Pablo: He combatido con valor, he concluido la carrera, he guardado la fe? Hete aquí al término del año; repasa en tu espíritu todo el bien y todo el mal que has hecho durante este año, y mira si tus buenas acciones son más numerosas que las malas. ¿Cuántos días transcurrieron sin que hicieras nada para Dios? Sin embargo, este año te fue dado únicamente para servirlo, para hacer penitencia de tus pecados y merecer el cielo mediante la práctica de las buenas obras.
II. ¿Dónde están ahora los placeres y los honores de que gozaste durante este año? ¡Todo ha pasado, y no te queda sino el triste recuerdo de haber ofendido a Dios por bienes pasajeros y falaces! ¿No es verdad que, al contrario, experimentas una gran alegría por el bien que hiciste tratando de agradar a Dios? Ya no experimentas el esfuerzo que tus buenas obras te costaron y tienes la esperanza de ser recompensado por ellas. Tu vida pasará como este año, tus placeres pasarán tanto como tus trabajos, y el único consuelo que te quedará será haber servido al Señor. ¿Quién me devolverá este día, este año que perdí en la vanidad? (San Euquerio).
III. Acaso pasaste parte de este año en pecado mortal. Si durante esa época hubieras muerto, ¿dónde estarías ahora? Dios te ha dado tiempo para hacer penitencia; aprovéchalo mejor en lo porvenir ¡acaso no tengas más que este año de vida! Prepárate, pues, a morir, haz una buena confesión, y si quieres pasar santamente todos los días del año que va a comenzar piensa todos los días en la muerte y en la eternidad. Dios te ha ocultado tu último día, para que te prepares a él todos los días de tu vida (San Agustín).
Aprovechemos el Tiempo…Santo Año 2016 para todos nuestros lectores